jueves, 24 de septiembre de 2015

Vida, Vocación y Felicidad (Charla a los alumnos de la Escuela de Comercio de Raco en la semana del estudiante el 23//09/2015).


 Enzo me dijo que querían hoy una charla sobre el futuro, la vocación. El tema me parece muy bueno porque presupone que no tienen un destino prefijado que deben realizar, descifrando signos, armando un rompecabezas, sino que tienen la libertad necesaria para realizar su propio proyecto con todos los riesgos. Les propongo por eso una charla sobre los dos criterios orientadores de una vida plena: Amor a la vida y deseo de felicidad[1], y luego un momento de diálogo abierto.

1.     La parábola de la célula

Para comprender y amar lo que es la vida, es necesario volver a lo más simple, lo biológico (modelo de lo psíquico y espiritual). Un neurobiólogo a partir de la estructura más elemental la de los seres mono celulares saca tres características de la vida.
La primera constatación es que la vida, para existir, supone un envoltorio-membrana, una separación; la existencia de un límite que va a permitir distinguir un exterior y un interior. La vida se organiza al interior de su envoltura, según un esquema particular, un código genético, pero ella va también a entrar en contacto con el exterior por medio de esta membrana y desarrollar un cierto número de intercambios con un medio vivo. Así la separación se convierte en la condición de toda forma de relación.
La membrana de la célula, o el cuerpo, tiene dos funciones esenciales: por una parte proteger el interior y por otra la de permitir los intercambios con el exterior. La vida supone la separación, delimitando un espacio interior, y la posibilidad de entrar en relación con el exterior. La segunda no es posible sin la primera. La vida supone pues a la vez autonomía y dependencia. En el interior ella es autónoma, regida por sus leyes propias. Al exterior, está en una relación de dependencia respecto del medio en el que evoluciona y del cual extrae su subsistencia. La primera característica de la vida supone una relación de alteridad.
La segunda característica es que en el interior va a darse un equilibrio químico (PH), o más complejo (temperatura). Permanecer en la vida supone mantener este equilibrio interior, aun cuando las condiciones exteriores cambien de manera extrema. Las variaciones internas son de hecho muy reducidas, mientras que las del medio pueden tener una amplitud más grande (temperatura, presión atmosférica, oxígeno).
Vivir significa mantener un equilibrio interno estable, en un entorno inestable y en transformación. Más allá de ciertos límites las variaciones externas pueden ser mortales. Esta permanencia en la vida, que supone intercambios con el medio bajo formas de absorción y de rechazo de sustancias o de calor, necesita permanencia y adaptación. Esta segunda característica de la vida supone mantener un equilibrio en un entorno en perpetuo cambio.
Tenemos necesidades básicas para la vida: 1. seguridad-supervivencia. 2. poder-control. 3. afecto-estima.
Y la tercera característica de los seres vivos es que se reproducen (división celular o sexualmente). La vida tiende a perpetuarse, a transmitirse. Existe una lógica de la vida que tiende a dar la vida. Para vivir uno no se puede contentar con sobrevivir, es necesario desear transmitir la herencia. La lógica de la vida que no puede contentarse con gozar del propio equilibrio interior. La vida aspira a durar, a transmitirse y a perfeccionarse, adaptándose sin cesar.
Si la separación física se nos impone en el momento del nacimiento y se inscribe en un largo aprendizaje de la autonomía, que culminará en el momento preciso de dejar padre-madre, esta distancia no es tan simple. Uno puede creer que ha dejado a su madre, y darse cuenta, muchos años después, que la mujer con la que se casó, o la institución en la que entró, son su proyección simbólica. Aceptar la separación, la distancia y elegir la vida no son en sí pasos tan evidentes. A menudo quedamos prisioneros de estas falsas autonomías, porque no hemos sabido partir. Esto trae consecuencias a nuestra vida relacional: nuestro miedo de perder, nuestras envidias, nuestras expectativas excesivas están ligadas a nuestra incapacidad de tomar esta distancia. Defendemos con agresividad nuestra independencia porque no hemos sabido conquistar nuestra autonomía. La debilidad de nuestra autonomía hace difícil la relación con el otro.
De hecho tenemos dificultad en mantener el equilibrio de nuestra vida interior, que se encuentra sin cesar perturbada, por los sobresaltos que agitan el medio en que vivimos. Entonces tenemos la tendencia sea a dejarnos dominar y a sufrir, sea a buscar dominar, queriendo imponer nuestra percepción, olvidando que la vida supone el respeto de este equilibrio interior, sin pretender cambiar al resto del mundo. La capacidad de adaptación a las variaciones del medio supone la conciencia de salvaguardar el equilibrio interno de nuestro ser. El conocimiento de uno mismo se convierte en un elemento esencial de la vida.
Percibir esta relación entre el medio interior y el mundo exterior es una condición de la vida. Sin embargo no hay que tener una idea demasiado estática del equilibrio. La vida ha progresado porque ha intentado adaptarse continuamente a nuevas condiciones exteriores. El problema está más bien en el hecho de que la amplitud no debe ser tal que amenace nuestra misma existencia.
El tercer elemento supone que no basta dejar padre-madre, o desplegar todas las potencialidades del propio ser para ser un viviente. La vida supone también el deseo de la fecundidad. Si su forma más evidente consiste en fundar una familia y tener hijos, esta necesidad también puede expresarse en múltiples formas. Así por ejemplo, se traduce a menudo en dejar algo detrás de sí: un libro, el nombre de una calle, un records, un acontecimiento memorable, un nombre en una avenida de Hollywood.
La manera inconsciente como expresamos esta necesidad de fecundidad, esta necesidad de prolongarnos en el tiempo, aun cuando a veces pueda parecer un poco ridícula, es de hecho, algo muy sano e infinitamente respetable. Es la lógica de la vida que se expresa a través de este deseo, deseo de felicidad. El verdadero drama está cuando una persona o una comunidad rehúsan dar la vida y se repliega sobre sí misma, contentándose simplemente con sobrevivir, dejándose vencer por el instinto de muerte. La esterilidad es el mayor desafío que hoy nos acecha a cada uno de nosotros.
Todos los que estamos aquí vivimos, es decir reunimos las tres características fundamentales de la vida, tenemos satisfechas, en cierta medida, las tres necesidades básicas, superamos la infancia. En la adolescencia-juventud sobre ellas tratamos de elaborar un proyecto de felicidad. + Necesidad de esconder la herida original (necesidad insatisfecha que genera obsesiones-adicciones-compulsiones-ídolos, y culpa-remordimiento) + Identificación compulsiva con el grupo al que pertenecemos (mandatos-deberías). + Condicionamientos culturales = Dan por resultado un FALSO YO (Máscara-personaje), programado para el sufrimiento-frustración y la búsqueda de compensaciones-ficciones.
Amar la vida y desear la felicidad no es tan claro, muchas veces obramos desde las heridas, rechazos, frustración, ambigüedades, malentendidos, desde el falso yo. La VOCACIÓN es un camino de realización del VERDADERO YO que se orienta a la FELICIDAD.

Pregunta para pensar: 
¿Qué me haría feliz en este momento?

  1. Tres tipos de vocación
Un autor antiguo (Juan Casiano) distingue tres tipos de vocación. Se da en primer lugar la elección romántica o elección pasión. Me gusta (o no me gusta). El corazón-sentimiento es el actor principal. Aquí se pueden reconocer las grandes historias de amor o esas vocaciones que condujeron a tantos hombres a entregarse a las grandes causas-ideales. No se tienen en cuenta las motivaciones inconscientes.
Hay una segunda forma que se desprende de este primer tipo, pero que se distingue un poco. Los apasionados atraen, suscitan seguidores. Lo que seduce entonces, no es tanto el fin buscado, cuanto las personas que se dejaron invadir por su pasión y que juegan, sin saberlo, un rol de leader y de modelo. El fenómeno nos es muy conocido, basta que un deportista o un equipo ganen una competición para que miles de personas se inscriban en clubs. Lo que determina nuestra elección, no es más la causa buscada, sino el deseo de parecerse-identificarse o imitar a aquel o aquella que se han convertido en nuestros héroes.
Existe una tercera modalidad que es mucho menos noble que las anteriores. Es la de aquellos que, a falta de algo mejor, y después de madura reflexión, siguen lo que encontraron, lo que pudieron. Ya sea porque no tienen otra opción, o porque no son atraídos por nada más en particular o aún porque han vivido desilusiones y fracasos. Lejos de elegir su vida, estas personas parecen más bien, sufrir lo que viven; pero este tipo es en el que se encuentra más perseverancia. Cuando la pasión se desvanece y la admiración se esfuma con el tiempo (burbujas), la humilde conciencia de nuestros límites, permite a menudo, continuar caminando, mientras que el fervor del primer amor hace tiempo que se adormeció.
Estamos en el corazón de toda la problemática de la vocación, sea cual sea. En efecto, lo que cuenta, no es tanto el comienzo, la pasión fulgurante, la admiración sin límites, sino sobre todo, la continuación y el final. La vocación es un proceso lento y complejo que hace que un ser humano, no solamente haga una elección, sino que también la renueve y prolongue en el tiempo, día tras día, a pesar o más bien, a través de las vueltas y dificultades de la vida.
VOCACIÓN e IDENTIDAD están íntimamente relacionadas, lo que hace necesario el CONOCIMIENTO/ACEPTACIÓN DE SÍ MISMO.
Matriz FODA. Fortalezas (Virtudes, Capacidades, Dones, Talentos: reconocerlos, cultivarlos, usarlos bien, ponerlos al servicio. No ponerlos permanente en evidencia. Reconocer los dones de lo demás) – Oportunidades (Aspiraciones-Posibilidades) – Debilidades (Defectos, Heridas. Dos ejemplos: el diamante rayado / los animales domésticos y los salvajes. Diálogo con los pensamientos-sentimientos: fábula de los tres lenguajes) – Amenazas (Carencias).

Preguntas para pensar: 
¿Cuál es mi fortaleza? 
¿Cuál es mi debilidad?

Pedro Edmundo Gómez, osb.

[1] Ideas tomadas de autores monásticos contemporáneos: Guillaume Jedrzejczak, Thomas Keating, Anselm Grün y otros.

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