martes, 31 de marzo de 2015

Diadoco de Fótice: Antología de “Los Cien Capítulos” 4 (última)


Si vosotros os mantenéis, una mañana de invierno, en un lugar expuesto y miráis hacia el
oriente, la parte delantera de vuestro cuerpo será calentada por el sol, mientras vuestra
espalda no recibirá ningún calor, ya que el sol no cae a plomo. Igualmente, aquellos que
están todavía al comienzo de la operación del Espíritu sólo tienen el corazón parcialmente
calentado por la santa gracia.
Asimismo, mientras el intelecto comienza a producir el fruto de los pensamientos
espirituales, las partes visibles del corazón continúan pensando según la carne, ya que los
miembros del corazón no están todavía totalmente iluminados por la luz de la santa gracia,
en lo intimo y sensiblemente. He aquí por qué el alma concibe, al mismo tiempo,
pensamientos buenos y pensamientos malos tal como el individuo de mi comparación
experimenta, al mismo tiempo, el golpe del frío y la caricia del calor.
Pues, desde el día en que nuestro intelecto se orienta hacia una doble ciencia se encuentra,
necesariamente, produciendo, al mismo tiempo, pensamientos buenos y malos, sobre todo si
ha llegado a la sutileza del discernimiento: como se esfuerza siempre en pensar bien, el
malvado le lleva a su memoria el hecho de que, a partir de la desobediencia de Adán, la
memoria se escindió en un doble pensamiento.
Por consiguiente, si nos dedicamos a ejercitar con fervor los mandamientos de Dios, la
gracia iluminará nuestros sentidos con un sentimiento muy profundo, consumirá nuestros
pensamientos y aliviará nuestro corazón por la paz de una inexpresable amistad,
disponiéndonos a pensar cosas espirituales y no ya camales. Es lo que no cesa del producirse
en aquellos que se acercan a la perfección y guardan ininterrumpidamente en el corazón el
recuerdo de Jesús.
* * *
El intelecto debe en todo tiempo dedicarse a la práctica de los divinos mandatos y al
recuerdo profundo del Señor de la gloria.
* * *
Cuando el corazón recibe con una especie de dolor acuciante los dardos de los demonios,
hasta el punto de sentirlos clavados en si, el alma debe aborrecer las pasiones pues está en
el comienzo de su purificación, y si ella no sufre vivamente la impudicia del pecado no podrá
conocer la alegría desbordante inspirada por la belleza de la justicia.
Por consiguiente, aquel que quiere purificar su corazón no cese de abrasarlo con el
recuerdo de Jesús. Que sea ese su único ejercicio y su trabajo ininterrumpido. Cuando se
quiere rechazar la propia miseria no puede haber un momento de oración y un momento de
no oración; es necesario dedicarse a ella en todo instante, guardando el intelecto incluso
cuando se encuentra fuera de la casa de oración. Si aquel que purifica el mineral de oro tan
sólo apartara un tiempo su hoguera, el mineral que quiere purificar retomaría su dureza.
Igualmente, aquel que a veces se acuerda de Dios y a veces no, pierde por la interrupción
aquello que creyó obtener por la oración. El hombre que ama la virtud es aquel que no cesa
de purificar, mediante el recuerdo de Dios, el elemento terrestre de su corazón, a fin de
que, poco a poco, lo malo se consuma en el recuerdo del bien y el alma vuelva perfectamente

a su esplendor natural y glorioso.

sábado, 28 de marzo de 2015

Árbol de la Cruz: Domingo de Ramos en la Pasión del Señor


Áspero surges
del jardín de la agonía,
árbol sin ramas
en que todo lleva fruto,
Cruz de Jesucristo,
tú hundes tus raíces
en la roca
y la roca llega a ser
tierra propicia a las semillas.

Signo de alianza
del Espíritu y de la sangre
polo del mundo,
eje de los tiempos,
jalón de un pasaje
y de un rebasamiento,
Cruz de Jesucristo
tú eres el memorial
de nuestro porvenir.

Cruz tan alta dirigida,
brazos tan grandes abiertos
cruz donde se escribe
el mandamiento nuevo,
tú trazas el camino
de Dios en el hombre.
Mostrando el precio
del hombre en Dios,
Cruz de Jesucristo,
tú anulas
la deuda de los antiguos días,
tú nos vuelves
deudores del Amor.

Sello de infamia
y sello de gloria,
tú declaras al Señor
Servidor.
Firma de Dios
a lo bajo de su historia,
tú nos llamas
a vivir hoy
en la muerte de otro
llegado a ser nuestro,
Cruz de Jesucristo.

[Commission francophone cistercienne, Guetteur de l’aube, Paris, Desclée, 1976, pp.56-57, trad. P. Marcelo Maciel, osb.]

lunes, 23 de marzo de 2015

Diadoco de Fótice: Antología de "Los Cien Capítulos" (3)

La alegría del principiante es distinta de la de aquel que llegó a la perfección. La primera no
está exenta de imaginación, la segunda tiene el poder de la humildad. A mitad de camino se
encuentra el apesadumbrado, amado de Dios, y las lágrimas sin dolores... Es porque el alma
debe ser, en primer lugar, llamada al combate por la alegría inicial, después retomada y
probada por la verdad del Espíritu santo, por los pecados que ha cometido y por las
disipaciones de las que todavía se siente culpable. Probada, por así decirlo, en el crisol de la
divina reprimenda, el alma adquirirá, en un ferviente recuerdo de Dios, la operación de la
alegría sin fantasmas.
* * *
Cuando el alma es turbada por la cólera, oscurecida por los vapores de la ebriedad o
atormentada por una tristeza malsana, el intelecto es incapaz aunque se lo violente, de
dominar el recuerdo del Señor Jesús. Cegado totalmente por la violencia de las pasiones, se
convierte en un extraño a sus propios ojos. Su deseo de Dios no encuentra dónde aplicar su
sello para que el intelecto conserve así, presente, la imagen de su meditación, pues el alma
se ha endurecido por la presión de las pasiones.
Sin embargo, aun cuando el objeto de su deseo le ha sido arrebatado al alma por el olvido,
muy pronto el intelecto, con su diligencia acostumbrada, retorna a la búsqueda de ese
objeto soberanamente deseado y salvador; entonces llega al alma la gracia que la impele a
clamar: «Señor Jesús»; tal como ocurre con el niño a quien su madre enseña a repetir,
mientras toma su alimento, la palabra «papá» hasta que la criatura adquiere el hábito de
llamar a su padre aun cuando duerme y de preferencia a cualquier otro balbuceo. Como dice
el apóstol: «Igualmente, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza cuando nosotros no
sabemos qué pedir para orar según conviene; porque es el mismo Espíritu quien intercede
por nosotros con gemidos inefables» (Rom 8, 26). Nosotros también estamos en la infancia
respecto a lo que es la virtud de la oración y necesitamos siempre su ayuda para que todos
nuestros pensamientos sean contenidos y conducidos por su suavidad inexpresable, para
que volquemos enteramente nuestro corazón hacia el recuerdo y el amor de Dios, nuestro
Padre. En él clamamos sin tregua: «¡Abba! ¡Padre!» (Rom 8, 15).
* * *
Muy a menudo nuestro intelecto soporta difícilmente la oración, a causa de la extrema
limitación de la virtud de la oración; en cambio se entrega con alegría a la teología, dada la
inmensidad de los espacios librados a la contemplación divina. Para impedirle que caiga en el
deseo de hablar en exceso y no permitirle, en su alegría, volar más allá de sus posibilidades,
apliquémonos más a menudo a la oración, a la salmodia, a la lectura de las santas Escrituras,
sin desdeñar las investigaciones de los sabios cuyas palabras dan garantía de su fe.
Haciendo esto no mezclaremos nuestras propias palabras en el lenguaje de la gracia y no
dejaremos por vanagloria, que nuestro espíritu se comprometa en la agitación de una
verbosidad excesiva. Por el contrario, en el momento de la contemplación, le mantendremos
al abrigo de toda imaginación y acompañaremos con lágrimas casi todos nuestros
pensamientos. El intelecto entonces, a la hora del retiro, descansado y penetrado sobre
todo por la dulzura de la oración, no solamente escapará a todas las desviaciones, sino que
se renovará cada vez más para entregarse a los pensamientos divinos prontamente y sin
pena, al mismo tiempo que progresará en la contemplación en una disposición de muy
humilde discernimiento. Es necesario saber, sin embargo, que existe una oración más allá de
toda libertad: es la de aquellos que han sido colmados por la santa gracia en un sentimiento
de certidumbre absoluta.
* * *
Cuando el alma se encuentra en la abundancia de sus frutos naturales prefiere la oración
vocal e inflama su salmodia. Cuando está movida por el Espíritu santo, salmodia, con dulzura
y total entrega, únicamente en su corazón. La primera disposición está acompañada por una
alegría mezclada con imaginación; la segunda, por lágrimas espirituales y una alegría
profunda, ávida de silencio. Pues el recuerdo (de Dios), conservando su fervor gracias a la
discreción de la voz, prepara el corazón para producir pensamientos mezclados con lágrimas
y dulzura. Es entonces cuando se siembran con lágrimas, en la tierra del corazón, las
semillas de la oración en la esperanza de cosechas futuras. De todos modos, cuando
estamos agobiados por una gran tristeza, es necesario elevar un poco el tono de nuestra
salmodia haciendo vibrar el alma bajo el arco feliz de la esperanza, hasta que esa pesada
nube se disipe gracias a los acentos de la melodía.
* * *
La palabra de ciencia nos enseña que existen dos razas de espíritus malvados. Unos son
sutiles, los otros, más materiales.
Los más sutiles atacan al alma, los otros cautivan la carne por medio de abundantes
consuelos. Sin embargo, existe una hostilidad recíproca y constante entre los demonios que
atacan al cuerpo y aquellos que atacan al alma aun cuando comparten el mismo designio de
perjudicar a la humanidad. Cuando la gracia no habita en el hombre, ellos anidan en las
profundidades del corazón, como serpientes, y no permiten que el alma dirija la mirada
hacia su deseo del bien; cuando la gracia se esconde en el intelecto, ellos atraviesan las
partes del corazón semejantes a nubes con el aspecto de pasiones pecaminosas y
multiformes, a fin de arrancar al intelecto de su familiaridad con la gracia distrayendo la
memoria. Cuando los demonios para turbarnos enciendan las pasiones del alma, en especial
el orgullo, padre de todos los pecados, debemos humillar la exaltación de la vanagloria
considerando la futura disolución de nuestro cuerpo. Del mismo modo debemos actuar
cuando los demonios enemigos del cuerpo se dediquen a despertar en nuestro corazón la
fermentación de los deseos malvados. Ese solo pensamiento, unido al recuerdo de Dios,
basta para anular todos los tipos de malos espíritus...
* * *
En lo profundo del corazón se generan los buenos pensamientos y aquellos que no lo son. No
es que él lleve en su naturaleza los pensamientos que no son buenos, pero ocurre que ha
contraído, como continuación del primer extravío, el hábito del recuerdo del mal,
recibiendo la mayor parte de los malos pensamientos de la malicia de los demonios... Pues en
aquel que se complace en las ideas que le sugiere la malicia de Satanás y que graba, por así
decir, su recuerdo en el corazón, se producirán luego, es evidente, esos malos
pensamientos.
* * *
La gracia, al comienzo, esconde su presencia al bautizado aguardando la resolución del alma.
Una vez que el hombre está enteramente convertido al Señor, entonces, por un sentimiento
inefable, manifiesta al corazón su presencia. Después, nuevamente, espera el movimiento
del alma; ella permite a los intentos del demonio penetrar hasta lo íntimo de sus sentidos
para hacerle buscar a Dios con una resolución más ardiente y en una disposición más
humilde.
Cuando el hombre comienza a progresar en la práctica de sus mandatos y a invocar
incansablemente al Señor Jesús, entonces el fuego de la santa gracia gana los sentidos más
externos del corazón consumiendo la cizaña de la tierra de los hombres con un sentimiento
de certidumbre. En adelante, los ataques de los demonios no llegarán sino a distancia de
estos parajes, casi sin herir, arañando apenas la parte apasionada del alma.
Una vez que el combatiente ha revestido todas las virtudes, sobre todo la perfecta
pobreza, la gracia ilumina por doquier toda su naturaleza con un sentimiento aún más
profundo, inflamándola de un gran amor de Dios. Los ataques del demonio se extinguen
entonces antes de haber alcanzado los sentidos corporales y la brisa del Espíritu santo
conduce al corazón hacia los vientos pacíficos deteniendo los dardos del demonio mientras
todavía están en el aire.

* * *

sábado, 21 de marzo de 2015

21 DE MARZO, FIESTA DEL TRÁNSITO DE NUESTRO PADRE SAN BENITO


Oración pidiendo el don de la hospitalidad por la intercesión de Nuestro Padre San Benito

Señor, danos el mismo espíritu de hospitalidad que llenó el corazón de San Benito.

Que recibamos en nuestras vidas al hermano en la fe, al huésped, al pobre, al peregrino, al visitante y al desconocido, con gran reverencia y honor, porque en ellos te recibimos especialmente.

Que salgamos a su encuentro con el máximo respeto, la mayor humildad y la más solícita caridad.

Que nos vaciemos de nosotros mismos para acoger el huésped sin tener en cuenta el precio.

Que escuchemos a los otros con corazón amplio y respondamos con grandeza.

Que acojamos en tu nombre a cada uno que golpea las puertas de nuestra casa y de nuestro corazón.
Amén.

lunes, 16 de marzo de 2015

Diadoco de Fótice: Antología de "Los Cien Capítulos" (2)

Si el alma, con un movimiento seguro y sin imágenes, se inflama de amor por Dios llevando,
por así decirlo, al cuerpo mismo hasta las profundidades de ese amor indecible - ya sea que
el cuerpo del que está movido por la santa gracia, vele o entre en el sueño - sin otro
pensamiento que el término del movimiento que lo lleva, sabed que esto es obra del Espíritu
santo. Pues, colmado totalmente por esta inexpresable suavidad, le es imposible concebir
nada, en tanto que es raptado por una alegría inexpresable.
Si el intelecto concibe, en esta moción, la menor duda o algún pensamiento impuro, incluso si
recurre al santo nombre para rechazar el mal y no únicamente por amor de Dios, es
necesario concluir que este consuelo, bajo su apariencia de alegría, viene del mentiroso.
Esta alegría indecisa y desordenada es la del que viene para llevar el alma al adulterio.
Cuando él ve el intelecto fuerte hundirse en esa experiencia sensible, por ciertos consuelos
engañosos conduce al alma, para que, relajada por esta yana y cómoda dulzura, no reconozca
la mezcla de mentira. Nosotros debemos discernir el espíritu de verdad del espíritu de
mentira. Pues es imposible gustar íntimamente la bondad divina y experimentar
conscientemente la amargura del demonio si no se tiene la certidumbre absoluta de que la
gracia estableció su morada en lo profundo del intelecto, mientras que los espíritus
malvados circulan alrededor de los miembros del corazón. Esto es lo que los demonios
ocultan a los hombres a cualquier precio, a fin de que el intelecto, debidamente informado,
no pueda precaverse contra ellos con el recuerdo de Dios.
* * *
Que nadie espere, a través del sentimiento o del intelecto, una visión de la gloria de Dios.
Decimos que el alma, una vez purificada, siente, con una sensación inexpresable, el consuelo
divino; no decimos que se le aparecen objetos invisibles, pues «caminamos en la fe y no en la
clara visión» (2 Cor 5, 7). Si alguno de los combatientes ve una forma ígnea o una luz, que no
acepte esa visión ya que es un engaño del enemigo, del que muchos, por ignorancia, han sido
víctimas y que los ha apartado del camino recto.
* * *
Es imposible dudar que el intelecto, cuando comienza a ser frecuentemente tocado por la
luz divina, deviene transparente por entero, hasta el punto de ver su propia luz en alto
grado. Esto se produce cuando la potencia del alma se adueña de las pasiones. Pero todo lo
que se muestra al intelecto bajo una forma cualquiera, luz o fuego, proviene de las
maquinaciones del adversario. El divino Pablo nos lo enseña claramente cuando dice que «él
se disfraza de ángel de luz» (2 Cor 11, 14). Que nadie abrace la vida ascética impulsado por
una esperanza de tal naturaleza... que su fin único sea llegar a amar a Dios en la intimidad y
con toda la plenitud del corazón...
* * *
La vista, el gusto y los otros sentidos debilitan la memoria del corazón cuando nos servimos
de ellos sin discreción. Nuestra madre Eva nos lo enseña. En tanto ella no mira con
complacencia al árbol prohibido, guarda cuidadosamente el recuerdo del mandato divino. Es
que, todavía al abrigo de las alas del amor divino, ella ignoraba su desnudez. En cambio,
cuando ella miró al árbol con complacencia, lo tocó con ambición y, finalmente, gustó su
fruto con vivo placer; al instante fue presa del deseo de la unión carnal, entregándose con
pasión al hecho de su desnudez. Ella se abandonó al deseo de gozar de las cosas presentes,
mezclando a Adán en su propia caída por la dulce apariencia del fruto.
He aquí por qué el intelecto humano debe recordar a Dios y a sus mandamientos. En cuanto
a nosotros, no dejemos de fijar nuestros ojos sobre el abismo del corazón en un recuerdo
incesante de Dios, recorriendo esta vida amiga del engaño como si fuéramos ciegos. Es
propio de la sabiduría verdaderamente espiritual cortar sin cesar las alas de nuestro deseo
de ver. Job, el hombre que sufrió mil pruebas, nos lo enseña: «Mi corazón corrió tras de
mis ojos» (Job 31, 7). Esta disposición es un indicio de perfecta temperancia.
* * *
Aquel que, en todo tiempo, habita en su corazón, se aparta por entero de los encantos de
esta vida. Marchando según el espíritu, no puede conocer la codicia de la carne. Hace sus
idas y venidas en la fortaleza de las virtudes, y las virtudes son las guardianas de la
fortaleza de su pureza. Por eso las maquinaciones de los demonios son impotentes contra
él...
* * *
Escaparemos a las tibiezas y a la molicie si imponemos a nuestro pensamiento límites muy
estrechos, fijándolo únicamente en Dios. Sólo apoyándose en su fervor el intelecto podrá
liberarse de toda agitación irrazonable.
* * *
El intelecto, cuando hemos cerrado todas sus salidas por el recuerdo de Dios, exige,
absolutamente, una actividad que ocupe su diligencia. Se le dará entonces el «Señor Jesús»
por única ocupación y para que responda por entero a su fin. Está escrito: «Nadie puede
decir Jesús es el Señor si no es en el Espíritu» (1 Cor 12, 3). Que ella no deje de considerar
con todo rigor estas palabras en su morada interior para no desviarse en imaginaciones.
Pues cualquiera que repita sin descanso ese nombre santo y glorioso en las profundidades
de su corazón, llegará a ver, algún día, la luz de su intelecto. Reteniéndolo con cuidadosa
severidad en su interior él consumirá todas las manchas en la superficie de su alma con un
sentimiento poderoso. «Tu Dios, dice la Escritura, es fuego abrasador» (Dt 4, 24). Por eso
es que el Señor invita a un poderoso amor a su gloria. Ese nombre glorioso, totalmente
deseable, fijado en el corazón, ardiente por la memoria del intelecto, hace nacer una
disposición para amar en todo tiempo su bondad, sin encontrar impedimentos. He aquí la
perla preciosa que se puede comprar vendiendo todos los bienes y cuyo descubrimiento
procura una alegría inenarrable.

* * *

miércoles, 11 de marzo de 2015

Diadoco de Fótice, Antología de “Los Cien Capítulos”

El mal no está en la naturaleza, y nadie es malo por naturaleza, pues Dios no hizo nada
malvado. Cuando alguien, por su ambición, lleva al estado de forma aquello que carece de
sustancia, esto comienza a ser lo que su voluntad le hace ser. Es Importante entonces, en
una preocupación constante por el recuerdo de Dios, despreciar el hábito del mal, ya que la
naturaleza del bien es mucho más fuerte que el hábito del mal, puesto que una es, mientras
que la otra sólo tiene existencia en el acto.
* * *
El libre arbitrio consiste en la disposición de la voluntad razonable a moverse hacia su
objetivo. Persuadámosla, entonces, a no tener disposición más que hacia el bien, a fin de
destruir en todo momento, mediante los buenos pensamientos, el recuerdo del mal.
* * *
La ciencia es fruto de la oración y de una gran paz, unidas a una completa ausencia de
inquietud; la sabiduría es fruto de la humilde meditación sobre la palabra de Dios y, sobre
todo, de la gracia del dispensador, Cristo.
* * *
Reconoceremos entonces, sin riesgo de equivocación, la calidad de la palabra divina, cuando
nos consagramos, durante las horas en que no debemos hablar, a un silencio libre de
preocupaciones, acompañados por un ardiente recuerdo de Dios.
* * *
Escuchad el abismo de la fe y él alzará sus olas, consideradlo en una disposición de
simplicidad, eso es la alabanza. El abismo de la fe, el leteo donde se olvidan los pecados, no
tolera ser considerado por pensamientos indiscretos. Naveguemos en sus aguas con
simplicidad de espíritu y así arribaremos al puerto de la voluntad divina.
* * *
Purificándonos por una oración ardiente entraremos en posesión del objeto deseado;
gracias a Dios, con una experiencia más plena.
* * *
El combatiente debe en todo tiempo conservar quieta su inteligencia a fin de que el espíritu
pueda discernir los pensamientos que la sostienen, encerrar aquellos que son buenos y
enviados por Dios en los tesoros de la memoria y rechazar fuera de los depósitos de la
naturaleza los pensamientos funestos y demoníacos...
* * *
Muy raros son aquellos que conocen exactamente sus propias caídas y cuyo intelecto jamás
deja de embelesarse con el recuerdo de Dios...
* * *
Si su divinidad (la del Espíritu santo) no ilumina poderosamente los tesoros de nuestro
corazón, es imposible que podamos gozarlos con un sentimiento indecible, es decir, con una
total disposición.
* * *
El sentimiento es la captación segura, por el intelecto, del objeto discernido...
* * *
Cuando nuestro intelecto comienza a percibir el consuelo del Espíritu santo, entonces,
durante el reposo nocturno, en el momento en que tendemos hacia una especie de sueño
muy ligero, Satanás consuela al alma con un sentimiento de falsa dulzura. Si el intelecto se
encuentra vigorosamente fortalecido por un recuerdo ardiente del santo nombre del Señor
Jesús, y si hace de ese santo y glorioso nombre una arma contra la ilusión, el artesano de la
mentira se retira para emprender una guerra abierta contra el alma. El intelecto reconoce
entonces el fraude del maligno, sin tomar en cuenta que progresa, también, en la
experiencia del discernimiento.
* * *
El buen consuelo se produce, sea que el cuerpo vele, sea que se disponga a entrar en una
especie de sueño, cuando alguien adhiere, por así decir, al amor de Dios con un ardiente
recuerdo. El consuelo engañoso se produce siempre, ya lo he dicho, cuando el combatiente
es tomado por un ligero sueño sin tener más que un semirecuerdo de Dios. El primero,
siendo de Dios, viene, evidentemente, para un alivio profundo, para invitar al amor al alma
del combatiente de la devoción. El segundo, cuya naturaleza consiste en soplar sobre el
alma una brisa engañosa, intenta despojarla, a favor del sueño del cuerpo, de la experiencia
que vive aquel que conserva intacto el recuerdo de Dios.
Si el intelecto se encuentra, como he dicho, en un recuerdo atento del Señor Jesús,
armado de la gracia y de la fiereza que le da su experiencia, disipa esta brisa de falsa

dulzura del enemigo y, alegre, emprende el combate contra él.

domingo, 8 de marzo de 2015

HOMILÍA DEL ABAD BENITO EN EL TERCER DOMINGO DE CUARESMA


En este tercer domingo en el evangelio tenemos el relato de la purificación del templo y la expulsión de los mercaderes, según el evangelio de Juan. Los Sinópticos colocan este relato a continuación de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Además hay algunas otras variantes en la narración. Recordemos que los autores sagrados, en este caso los evangelistas, no pretenden enseñarnos historia, ¿qué y cómo pasó?, sino teología, verdades de salvación. Distinto el mensaje de este relato en los Sinópticos y en Juan; distinto no opuesto sino complementario.
            En Jn 1,29 Juan el Bautista presentaba a Jesús “Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Luego viene el relato de las Bodas de  Caná, e inmediatamente después el evangelio de hoy: la purificación del templo. Hay una ilación entre las tres cosas. Jesús es el nuevo Cordero, el que quita el pecado del mundo, que hace inútiles todos los sacrificios de animales del AT. En las Bodas de Caná Jesús convierte el agua de las purificaciones rituales de los judíos en el vino nuevo de la Nueva Alianza; aquí se reemplaza el templo de piedras del AT por el nuevo templo: El cuerpo de Cristo.
            Las actividades en el templo, que con tanta vehemencia suprime Cristo, eran necesarias. Las monedas que manejaban sus paisanos sometidos al poder romano eran las monedas romanas que llevaban la imagen del emperador y que por lo tanto no podían entrar al lugar sagrado del templo: tenían que ser cambiadas por las monedas del templo. Los que venían de muy lejos no podían traer ovejas y bueyes para el sacrificio porque en el camino se les podían lastimar e hacerse indignos para ser sacrificados en el templo. Jesús con su gesto violento anuncia el final del culto del AT y el inicio del nuevo culto. Él es la  víctima sin mancha, su Cuerpo es el nuevo templo: “Destruyan este templo y yo en tres días lo voy a reconstruir” El antiguo templo era signo, prefiguración del nuevo templo, el Cuerpo de Cristo; presente el nuevo templo ya no tenía sentido el antiguo con todos sus sacrificios.
           El cuerpo de Cristo es el nuevo templo de la nueva alianza. Pero todos los bautizados formamos el cuerpo de Cristo, como nos enseña la carta a los Efesios y todos somos piedras del templo de Cristo, como también nos enseña la misma carta jugando con la doble imagen: cuerpo-templo.
            En Cristo todos los hombres tienen acceso al Padre. En Cristo, cada uno de nosotros tiene comunicación directa con el Padre. Pero, porque cada uno de nosotros, forma parte del cuerpo de Cristo, cada uno de nosotros es para todo hombre posibilidad de comunicación con el Padre, línea de contacto con el Padre.
            El templo del Antiguo Testamento, destruido en el año 70 por los romanos, ya no tiene razón de ser. ¿Y nuestros templos cristianos?... Solamente tienen razón de ser como “signos” del nuevo templo que es Cristo con nosotros. Signos que nos invitan a buscar lo que simbolizan y significan, signos que nos invitan a ser nosotros lugar en que nos encontramos con el Padre, lugar en el que posibilitamos el encuentro de la humanidad con el Padre.
Las piedras de esta bonita iglesia nos hablan, escuchémoslas…     


lunes, 2 de marzo de 2015

HORARIOS DE SEMANA SANTA 2015

SEMANA SANTA 2015 

29 DE MARZO DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
10,00 Bendición de Ramos y Misa (Preside P. Marcelo)

2 DE ABRIL JUEVES SANTO 
19,00 Misa Vespertina de la Cena del Señor (Preside P. Edmundo)
 Adoración hasta las 24 horas.

3 DE ABRIL VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
10,00 VIA CRUCIS: empieza en la primera cruz frente al guarda-ganado del ingreso al monasterio y termina en la iglesia.
17,00 Celebración de la Pasión del Señor (Preside Abad Benito)

4 DE ABRIL SÁBADO SANTO
22,00 Solemne Vigilia Pascual (Preside Abad Benito)

 5 DE ABRIL DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
10,00 Misa (Preside P. José)