sábado, 13 de mayo de 2017

Lectio divina y contemplación de/con un mural románico catalán de la Santa Cena (La Seu d'Urgell, s. XIII) Primera parte

Pedro Edmundo Gómez, osb.

En la Catedral de Santa María de Urgel, provincia de Mérida, más precisamente en la capilla dedicada a santa Catalina de Alejandría había una serie de murales, que durante el barroco se cubrieron con un retablo dedicado a santa Lucía y santa Magdalena. En las reformas realizadas en el siglo pasado se retiró el retablo redescubriéndolos. Cobijaban todo el ábside, presididos en la parte superior por un Pantocrátor, otro dedicado a la vida de la santa en ambos lados de la ventana del muro, y en el inferior se encontraba la Santa Cena[3].
Los investigadores los han datado entre 1242 y 1255 y sostienen que su dedicación a santa Catalina representa simbólicamente las luchas entre el obispo de Urgel Ponç de Vilamur y los Castellbó y el condado de Foix que defendían la herejía cátara[4]. Santa Catalina disputó con los filósofos paganos a los que convirtió al cristianismo, por lo que había sido tomada como ejemplo por los dominicos en su lucha por la conversión de los cátaros. La representación de la Santa Cena símbolo de la Eucaristía muestra la relación con el catarismo que negaba este dogma cristiano[5].
El arte que tiene un fin en sí mismo, ser contemplado para el placer del espíritu, puede convertirse en “instrumento” al servicio de la fe, para instruir la inteligencia y corregir errores (didascalia)[6], para hacer memoria presencializante de los misterios (anamnesis) y para suscitar el deseo de la santidad[7], y así se eleva en dignidad al aceptar servir a un fin más alto, prestando un “auténtico servicio a la fe”. Por eso, seremos acompañados en esta “experiencia” de Lectio Divina y contemplación por un fragmento del mural de la Santa Cena, que es mucho más que una obra de arte que sólo busca la belleza, es “una imagen de lo invisible” que nos permite una visión anticipada de la belleza inexpresable de Dios, pero su belleza no depende de la fe sino del artista[8].

La paleta pictórica del pintor está basada en los colores tierra disueltos tanto a la cal como al temple, reforzados con pinceladas de rojo intenso obtenido del cinabrio que ayuda a modelar los pliegues de los vestidos de muchos personajes. La representación de la Santa Cena es un claro exponente de transición entre dos estilos: por un lado se ven algunas características del primer gótico lineal, especialmente en las líneas que definen el contorno de los cuerpos y en el aumento del dinamismo de las figuras y, por la otra, todavía conserva características propias de la tradición tardorománica, sobre todo con las derivadas de la renovación del arte del 1200 como los tipos faciales diversificados, las luces y las sombras en los rostros o las pequeñas transparencias en los vestidos”[9].

 

Primero, lo observaremos detenidamente (escena, personajes, vestidos, posiciones, posturas, gestos, objetos… “errores”), veremos que se organiza a lo largo de una mesa rectangular con los apóstoles detrás, excepto Judas, que está representado delante y con el rostro de perfil, y está centrada en la figura de Cristo bendiciendo y ofreciendo el pan a Judas, y el apóstol Juan, al lado derecho de Jesús, que duerme plácidamente con los ojos cerrados apoyado encima la mesa; luego leeremos dos textos que están por detrás: Juan 13 y 21, y lo meditaremos con algunas citas bíblicas siguiendo un esquema: 1. Judas, el discípulo traidor-perdido. 2. Pablo, el discípulo convertido-apóstol. 3. Pedro, el discípulo pescador-pastor. 4. Juan, el discípulo amado-teólogo. 5. Jesús: el Señor y Maestro, que describe un movimiento en espiral que va de los pies de Judas a la cabeza de Juan, siguiendo los sentidos de la Sagrada Escritura.
Dice Santo Tomás de Aquino:

“Hay que decir: El autor de la Sagrada  Escritura es Dios. Y Dios puede no sólo adecuar la palabra a su significado, cosa que, por lo demás, puede hacer el hombre, sino también adecuar el mismo contenido. Así, de la misma forma que en todas las ciencias los términos expresan algo, lo propio de la ciencia sagrada es que el contenido de lo expresado por los términos a su vez significa algo. Así, pues, el primer significado de un término corresponde al primer sentido citado, el histórico o literal. Y el contenido de lo expresado por un término, a su vez, significa algo. Este último significado corresponde al sentido espiritual, que supone el literal y en él se fundamenta. Este sentido espiritual se divide en tres. Como dice el Apóstol  en la carta a los Hb 7,19, la Antigua Ley es figura de la Nueva; y esta misma Nueva Ley es figura de la futura gloria, como dice Dionisio en Ecclesiastica Hierarchia. También en la Nueva Ley todo lo que ha tenido lugar en la cabeza es signo de lo que nosotros debemos hacer. Así, pues, lo que en la Antigua Ley figura la Nueva, corresponde al sentido alegórico; lo que ha tenido lugar en Cristo o que va referido a Cristo, y que es signo de lo que nosotros debemos hacer, corresponde al sentido moral; lo que es figura de la eterna gloria, corresponde al sentido anagógico. El sentido que se propone el autor es el literal. Como quiera que el autor de la Sagrada Escritura es Dios, el cual tiene exacto conocimiento de todo al mismo tiempo,  no  hay  inconveniente  en  que  el sentido  literal  de  un  texto  de  la Escritura tenga varios sentidos…”[10].

“Este tema –escribió André Louf, ocso.- de los sentidos de la Escritura que se multiplican y se dilatan según la vida espiritual del lector y en correlación con ella, y que en última instancia se convierten en el soporte mismo de las experiencias místicas más elevadas, ha sido profundizado espléndidamente por Juan Casiano, cuya herencia será recogida por Gregorio Magno”[11].





[1] Adaptación de: “Lectio Divina: Un mural románico de la Santa Cena”, en Adoremus III, 6 (2013), pp.10-15.
[2] Abadía “Cristo Rey”, El Siambón, Tucumán, Argentina.
[3] Fueron arrancados por medio del método italiano del «strappo» y vendidos: la Disputa y el arresto de santa Catalina al Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Martirio de santa Catalina a la fundación Abegg Stiftung de Suiza y la Santa Cena se encuentra en el Museo Episcopal de Vich.
[4] Difundidos por el Mediodía de Francia, en la región de Albi (albigenses) y por la Italia septentrional (patarinos), los cátaros (del griego = puros, perfectos) constituyeron una de las más peligrosa herejías, no sólo dentro de la Iglesia sino también dentro de la sociedad civil. Fruto de una mezcla sobre un fondo decididamente maniqueo, de herejías pasadas: el docetismo y el gnosticismo, y de religiones orientales.
[5] Su culto comprendía una comida ritual, en la que un perfecto bendecía y partía el pan que, luego, se dividía entre los presentes.
[6] Cfr., SAN JUAN DAMASCENO, Demostrativa de sacris et venerandis imaginibus 10: PG 95, 325.
[7] Cfr., SAN JUAN DAMASCENO, De imaginibus oratio I, 21: PG 94, 1252.
[8] Cfr., E. GILSON., Introduction aux arts du beau, Vrin, París, 1963.
[9] http://www.museuepiscopalvic.com/es/colleccions/romanico/pintura-mural-con-la-santa-cena-mev-9031
[10] ST; I, q. 1. a. 10.
[11] A. LOUF, Iniciación a la vida espiritual, El camino hacia el hombre interior, Sígueme, Salamanca 2011, p. 30.

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