lunes, 23 de abril de 2018

La síntesis patrístico-monástica y la Iglesia Occidental hoy (Tercera parte)

 “La Historia de la Oración Contemplativa en la Tradición Cristiana”, en Mente abierta y corazón abierto[1].


El método de la oración que se propuso tanto para el laicado como para el clero durante los primeros siglos del cristianismo, se llamaba lectio divina, que traduce literalmente “lectura divina”, una práctica que involucraba la lectura de las Sagradas Escrituras y más específicamente, el escuchar lo que se leía. Los monjes repetían las palabras del texto sagrado con sus labios hasta que sus cuerpos entraban a formar parte del proceso. Lo que perseguían era cultivar, a través de la lectio divina, su capacidad para escuchar y prestar atención interior a niveles cada vez más profundos. Orar era su forma de responder al Dios que les hablaba por medio de las Escrituras y al cual deban alabanza en la liturgia.

La parte reflexiva, que consistía en meditar sobre las palabras del texto sagrado, se llamaba meditatio, o sea, “meditación”. El movimiento espontáneo en que la voluntad respondía a estas reflexiones, se llamaba oratio, o sea, “oración afectiva”. A medida que estas reflexiones y actos de la voluntad se iba simplificando, uno se trasladaba a un estado de descanso en la presencia de Dios, que era lo que se entendía por contemplatio, o “contemplación”.

Estos tres actos -meditación discursiva, oración afectiva y contemplación- pueden presentarse durante el mismo período de oración. Están entrelazadas entre sí. Al igual que los ángeles suben y bajan por la escalera de Jacob… A veces uno alababa al Señor con los labios, otras veces con los pensamientos, otras con actos de la voluntad, otras con la atención absorta en la contemplación. Se consideraba que la contemplación era la consecuencia normal de escuchar la palabra de Dios. El acercarse a Dios no estaba dividido en compartimientos de meditación discursiva, oración afectiva y contemplación. El término oración mental, con sus categorías distintivas, no existía en la tradición cristiana con anterioridad al siglo XVI.

Alrededor del siglo XII tuvo lugar un desarrollo bien marcado en la forma de pensar religiosa. Se fundaron las grandes escuelas de teología. Fue la época en que surgieron el análisis preciso en cuanto a conceptos, la división entre género y especies, las definiciones y clasificaciones. Esa capacidad cada vez más pronunciada para el análisis fue un desarrollo de gran importancia para la mente humana. Por desdicha, esta misma pasión por el análisis en el campo de la teología ejercería su influencia más adelante sobre la práctica de la oración y le pondría fin a la simple y espontánea forma de orar de la Edad media que se basaba en la lectio divina y llevaba a la contemplación. Los maestros de espiritualidad del siglo XII, tales como Bernardo de Clairvaux, Hugo y Ricardo de San Víctor y Guillermo de Saint Thierry se dedicaron a desarrollar una interpretación teológica de la oración y la contemplación. En el siglo XIII los franciscanos crearon métodos de meditación que se basaban en dichas enseñanzas, y que ganaron gran popularidad.

Durante los siglos XIV y XV, la peste bubónica y la Guerra de los Cien Años diezmaron pueblos, ciudades y comunidades religiosas, en la misma época durante el nominalismo y el Gran Cisma producían una decadencia general, moral y espiritual. Alrededor del año 1380 surgió un movimiento de renovación, llamado Devotio Moderna, en los Países Bajos y que luego se difundió en Italia, Francia y España, como una réplica a la necesidad general de una reforma. En un momento de la historia en la cual las instituciones y estructuras se desmoronaban, el movimiento de Devotio Moderna buscó utilizar la fuerza moral emanada de la oración para fomentar la autodisciplina. Hacia fines del siglo XV se crearon los métodos de oración mental, un nombre muy adecuado puesto que con el pasar del tiempo se tornaban cada vez más complicados y sistematizados...

Al avanzar el siglo XVI, la oración mental llegó a dividirse en tres: la meditación discursiva cuando predominaban los pensamientos; la oración afectiva cuando el énfasis se ponía en los actos de la voluntad; y la contemplación si predominaban las gracias infundidas por Dios mismo. La meditación discursiva, la oración afectiva y la contemplación dejaron de ser partes de un mismo período de oración para pasar cada una a ser una forma definida y precisa de orar, cada una con sus respectiva mira, método y propósito… El progreso natural de la oración hasta llegar a la contemplación, no encajaba en las categorías que estaban aprobadas, y por lo tanto, no se recomendaba.

Junto con esta disminución de la tradición viviente de la contemplación cristiana, la vida espiritual tuvo que enfrentarse con nuevos retos que trajo consigo el Renacimiento... Era imperativo y necesario reconquistar el mundo para Cristo, en vista de los elementos paganos que se estaban apoderando de la cristiandad. No es de sorprenderse, entonces, que aparecieran nuevas formas de orar que encajaban mejor en el ministerio apostólico. El nuevo énfasis en la vida apostólica requería una transformación en las formas de espiritualidad transmitidas hasta ese momento por los monjes y los mendigos. El genio y la experiencia contemplativa de San Ignacio de Loyola lo inspiraron a que canalizara la tradición contemplativa, que corría peligro de perderse, en una forma que fuese apropiada para la nueva era.

Los Ejercicios de San Ignacio, compuestos entre 1522 y 1526, juegan un papel muy importante para poder entender el estado de espiritualidad presente en la Iglesia Católica Romana. Los Ejercicios Espirituales proponen tres métodos de oración. Las meditaciones discursivas prescritas para la primera semana son para hacerlas con las tres facultades del ser humano: memoria, intelecto y voluntad. La memoria recuerda el punto escogido de antemano como el tema de la meditación discursiva; el intelecto reflexiona sobre las lecciones que uno quiera sacar del mismo; y la voluntad hace promesas que se basan en el mismo punto, con el fin de poner en práctica dichas lecciones. Es así como se llega a una reforma de vida.

El término contemplación que se usa en los Ejercicios Espirituales tiene un significado diferente al tradicional. Consiste en imaginar y “contemplar” un objeto concreto, como por ejemplo, mirar los personajes del Evangelio como si estuvieran presentes, oír lo que están diciendo, relacionándose y contestando a las palabras que pronuncian y a sus actos. Este método, que es prescrito para la segunda semana, tiene como mira el desarrollo de la oración afectiva.

El tercer método de la oración de los Ejercicios Espirituales se llamó la aplicación de los cinco sentidos. Consiste en aplicar sucesivamente los cinco sentidos al objeto de la meditación, espiritualmente. Este método está diseñado para preparar a los principiantes para la contemplación en el sentido tradicional de la palabra y para promover el desarrollo de los sentidos espirituales en aquellos más avanzados en la oración.

Vemos, entonces, que Ignacio no propuso que se siguiera sólo un método de oración. La tendencia que desafortunadamente redujo los Ejercicios Espirituales a un solo método, el de meditación discursiva parece provenir de los mismos Jesuitas. En 1574 el Padre General de los Jesuitas, en una misiva dirigida a la provincia española de la Sociedad, prohibió la práctica de la oración afectiva y la de la aplicación de los cinco sentidos, prohibición que fue repetida en 1578. Fue así como la vida espiritual de un segmento importante de la Sociedad de Jesús se vio limitada a un solo método de oración, a saber, la meditación discursiva, de acuerdo con las tres fuerzas intelectuales. El carácter predominantemente intelectual de esta meditación continúo ganando importancia a través de toda la Sociedad en el curso de los siglos XVIII y XIX. La mayoría de los manuales sobre espiritualidad escritos hasta este siglo, limitan su instrucción al tema de la meditación discursiva.

Para alcanzar a captar en toda la extensión el impacto de lo anterior sobre la historia reciente de la espiritualidad católica romana, tengamos en cuenta la influencia penetrante que ejercieron los Jesuitas como que eran los representantes de la Contra-Reforma. Muchas de las comunidades religiosas que se fundaron en los siglos posteriores adoptaron las normas de la Constitución de la Sociedad de Jesús, recibiendo simultáneamente la espiritualidad que enseñaba y practicaba la Sociedad junto con las limitaciones impuestas, no por San Ignacio, sino por sus menos inspirados sucesores…Los Ejercicios Espirituales estaban diseñados para formar contemplativos en acción. Teniendo en cuenta la inmensa y beneficiosa influencia de la Sociedad, uno podría afirmar que si a sus miembros se les hubiese permitido practicar los Ejercicios Espirituales de acuerdo a la idea original de san Ignacio y a cómo él intentó que fueran, o si le hubieran prestado más atención a sus propios maestros, como lo fueron los padres Lallemant, Surin, Grau y De Caussade, el estado actual de la espiritualidad de los católicos romanos sería bien diferente.



[1] Thomas Keating, ocso (1923) es uno de los principales maestros de oración contemplativa (Centering Prayer) dentro del mundo cristiano. Cursó sus estudios en Yale y Fordham, para luego ingresar a la vida monacal. Actualmente reside en el monasterio de Snowmass, Colorado

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